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jueves, 3 de abril de 2014

La Leyenda de la Noche Iberoamericana.

Cuentan, en los estamentos de JHM, que, allá por aquellos años en los que las tinieblas dominaban la península Ibérica, el personal, ibérico como el actual jamón, que circulaba a pie y de pie, por las calles sin asfaltar, por falta de alquitrán, pues aún no se había descubierto el petróleo, estaba cansado de tropezar por doquier, pues no disponían sino de antorchas manuales caseras, por falta de monedas suficientes para adquirir luces de led, de difícil localización en esa época, por no haber sido inventada aún, la bombilla que todos conocemos, en el presente actual de hoy, el que precede al pasado ayer.

La eterna y caprichosa noche se quería quedar en el espacio aéreo hispano-luso, per sécula seculórum y el día se resistía a llegar a la península ibérica, declarándose en huelga y colgando, en el tablón de anuncios de la Sierra de Gredos, que está al borde de la Laguna homónima, un letrero con el siguiente comunicado: "Mientras la noche esté ahí, apestando a nocturnidad y alevosía, yo, Día de los tiempos cíclicos, no iré, nunca, a visitaros.". Pues... ¡Bien!... ¿Me seguís?... ¿Es interesante, no?

Un día, el cántaro de la paciencia se desbordó, por una sola gotita que se quiso añadir, por parte de un estúpido avaricioso españolito de los que llevan su dinero a Suiza. Con el agua al cuello y, cansados los españoles y portugueses de tanta obscena oscuridad, se reunieron en asamblea iberico-ordinaria y debatieron la cuestión. Al cabo de tres días de férreos diálogos, dimes y diretes, se divisó una fumata blanca, la cual fue interpretada por la mayoría de los reunidos, como señal de que era necesario el día, debido al color blanco del humo, nunca antes visto, pues aún no se habían inventado los Papas, ni siquiera existía Roma.

Entonces, exclamaron todos los ibéricos: "¡Dios nos manda una señal, como dice Maná!”. (Por cierto los Manás de ahora, son descendientes de éstos, los originales.)
“¡Eso quiere decir que debemos despedir a la noche!”, exclamó uno al que el sueño le estaba venciendo, pues tenía mejores armas que él. Otro añadió: “¡Hagámoslo, para que pueda llegar el día!". Éste, aún conservaba los ojos abiertos. Todos, cada cual con sus ojos en diferente estado de apertura y, como buenos librepensadores, se cuestionaron la veracidad de dicha señal, tan extraña en esos tiempos tenebrosos.

Después de una última reflexión que duró, aproximadamente, unos tres segundos más, decidieron votar a favor de la expulsión de la oscuridad y solicitar la presencia de la Luz. Fue, entonces, cuando el más corpulento de todos, un luso de Braga, en calzoncillos, vociferó: "¡Hágase la luz!" y la luz no se hizo... Recuerdo que fue una gran decepción y el gentío se sumió en una profunda desilusión. Estoy seguro de que, si hubieran tenido cuchillas de afeitar Gillette, en esos días, se habrían cortado las venas colectivamente, pero, entre las dudas e incertidumbre del momento, un lisboeta, experto en descifrar misterios, pegó un grito, todos se callaron y éste les aconsejó: “Expulsad, primero, a la noche, sino, nunca vendrá el día”.

El braguero... ¡Perdón!... El bracarense gritó, entonces: “¡Noche!... ¡Vete al diablo!” y la noche desapareció, llevándose con ella la puñetera oscuridad. Después de un estruendoso grito de júbilo, en los siguientes instantes, no sabían si habían hecho bien en despedir a la noche, pues, de repente, no tenían nada... ¡Ni luz, ni tinieblas! Todos se preguntaban: “¿Ahora, qué vamos a hacer?... No podemos, ni ver, ni no ver, sino todo lo contrario.”, hasta que el bracarense, conocido por sus ideas más rápidas que el rayo, ordenó con voz de “lusópata”, palabra ya en desuso, por haber fallecido dicho individuo, único en la Historia que poseyó esa tremenda voz: ¡Ven pa’cá, Día! (No es que el día se llamara Paca, sino que el portugués era algo brutote de expresión).

El caso es que el día vino, pero advirtió de que, a partir de aquel frenético día, se alternaría con la noche, para variar. Dios ordenó, entonces, a su mayordomo, que le diese un manotazo a La Tierra para que ésta girase y rotase como, desde ese día, lo viene haciendo, alrededor del Sol. De modo que, como veréis, hoy podemos disfrutar de más alegría en el cuerpo, gracias a nuestros vecinos y amigos portugueses...

Seguramente estéis pensando: “¿Pero a dónde fue a parar la noche?” ¡Buena pregunta! La nocturna noche nocturnal cruzó el charco y se instaló en América. Recuerdo que los mejicanos, argentinos y demás bichos americanos se preguntaban: “¿Dónde estará mi pistola?”, “¿Dónde está mi caballo?" (¡Y lo llevaban puesto!) y otras preguntas que no recuerdo, relacionadas con su repentina ceguera. Al día siguiente, cuando amaneció, todos se alegraron, diciendo: “¡Esto es otra cosa, mariposa!” Entonces se hicieron las mariposas y, gracias a ellos, hoy podemos disfrutar de esos lindos lepidópteros. Me he ido un poco del tema... ¡Lo sé! ~ Pero espero que comprendáis, amigos, que en unas dos horas que he tardado en hacer esto, es normal que no me haya salido perfecto...  ~  Don William Shakespeare, en 1.597, necesito más tiempo para escribir la tragedia de "Romeo y Julieta"... ¡Lo juro!... ¡Yo lo vi!... ¡Más de tres horas!

Espero que mi cuatita Catalina esté satisfecha de esta chorrada que me ha pedido y orgullosa de mí, por haberle hecho caso y publicar esta travesura... ¡Qué canallas somos!... ¡Ambos!... ¡Perdonadnos!... Aunque no nos lo merezcamos... ¡Somos como niños!
   

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