La profesionalidad exige competencia y responsabilidad en las labores que tenemos que desempeñar. Esa sería nuestra aportación para merecer la aceptación de nuestra remuneración. ¿Qué ocurre si no se cumplen ambas condiciones? ~ Este incumplimiento supone la apropiación indebida de la otra parte, por lo tanto, podríamos hablar de robo o hurto. Todo tiene un valor real u objetivo, por consiguiente, para que una transacción sea justa, los acuerdos del trato deben tener valores similares, si no, iguales. Romper este equilibrio podría ser objeto de quejas y demandas. Por decirlo con otra expresión, lo que se da y lo que se recibe a cambio, en cuanto se refiera a nuestro modo de ganarnos la vida, son objetos que deben intercambiarse con valores idénticos o aproximados, para no incurrir en la estafa.
En los tiempos en los que se desencadenaron las luchas marxistas, todos conocemos de qué lado se inclinaba esta balanza. El capitalismo abusivo hizo verdaderos estragos. El que no lo reconozca es, en mi opinión, indudablemente partidario, si no fanático... ¿Ocurre lo mismo en nuestra época? ~ Mi valoración, como librepensador, me lleva a analizar este concepto con la máxima objetividad de la que soy capaz de obtener. Todo me indica o me lleva hacia la certidumbre de que los abusos, en la actualidad, están muy repartidos. Como ya se ha escrito mucho sobre el capitalismo salvaje o abusivo, no voy a centrar este artículo en este apartado, sino que voy a tratar de contemplarlo desde el otro lado. Algunos trabajadores no cumplen con sus funciones, pero siguen exigiendo aquello a lo que, según ellos, tienen derecho.
Sabemos, o deberíamos saber, que lo mejor para todos, lo óptimo, sería que realizásemos nuestro trabajo con vocación o, dicho de otra manera más común, que pudiésemos escoger nuestro trabajo, de acuerdo con nuestra vocación. Es de aceptación pública el reconocer que las personas nacemos o nos hacemos con una cierta inclinación hacia determinadas actividades o labores. No estoy hablando de aficiones o hobbys, sino de la tendencia de nuestra personalidad hacia una profesión que nos agrade más ejercer. Por poner el mejor de los ejemplos: Las bellas artes. Pero eso, podría considerarse, ciertamente utópico, pues no se entendería, razonablemente, que las ofertas cuadraran con las demandas, por lo que muchos de nosotros, nos vemos obligados a desempeñar funciones que, en principio, no son de nuestro interés o no obtienen nuestro beneplácito. ¿Eso nos da derecho a efectuar las obligaciones de nuestro trabajo a regañadientes y sin poner el suficiente esmero en él? ~ Está claro que no...
Una vez aceptado el contrato de trabajo, nuestra obligación, legal y moral, es cumplir con nuestra parte de lo acordado. Mi experiencia laboral me ha hecho ver que algunas personas dan más de lo convenido y, otras, bastante menos. Si se tratase de individuos con diferente capacidad, lo vería natural y podría estimarlo dentro de una cierta corrección o legitimidad. Este comentario va dirigido a aquellas personas que no quieren hacer más por considerar que hacen lo suficiente para “lo que les pagan sus jefes”... Aquí, entramos en el terreno de las valoraciones. Cuando se firma un contrato, se da el visto bueno a la valoración incluida en él y, en justa medida, debemos cumplir con nuestra parte, como ya he dicho. Si, después de firmarlo, nos diéramos cuenta de que nos hemos equivocado, lo adecuado sería escoger entre estas tres opciones: Denunciar la injusticia observada, seguir cumpliendo con nuestras obligaciones o cancelar nuestro compromiso. En ningún caso podemos rectificar, unilateralmente, las condiciones ya validadas.
¿Por qué digo todo esto? ~ Porque veo que muy poca gente cumple con su trabajo... ¡Poquísima gente! ~ Y salimos todos perdiendo. Pensemos que a cualquiera nos puede afectar esta postura tan deshonesta, la cual se está expandiendo cada vez más en nuestras sociedades decadentes y, unos por otros... ¡La casa sin barrer! ¿No perdemos cuando un periodista nos desinforma? ¿Cuando un maestro maleduca a nuestros hijos? ¿Cuando un médico no nos atiende debidamente? ¿Cuando un comerciante no nos da lo que pagamos? ¿Cuando un autónomo nos estropea más lo que nos debería haber arreglado y, además, nos cobra por ello? ¿Cuando...?... ¿Sigo?... ¿Es necesario que siga?... ¡Porque hay más!... ¡Mucho más! ¿Sabes por qué te he narrado este cuento? Pues, si no lo sabes, pregúntamelo y, si lo sabes... ¡Manos a la obra, AMIG@! ~ Hagamos todos bien nuestro trabajo, para, después, poder exigir, si correspondiese hacerlo con justicia, el cumplimiento de su parte del trato a la otra parte, la parte contratante de la segunda parte... ¿No era algo parecido lo que decían los hermanos Marx?... ¡No, de don Karl, no!... ¡Los Groucho, Harpo y Chico!... ¿O ya no te acuerdas?... ¡Vaya SOCI@ que tengo!
Éste te lo dejé en G+ Jaime (soy Claudia jejeje)
ResponderEliminarLo contestaré en otro artículo...
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