Como librepensador convencidísimo y muy experimentado, es absolutamente imposible que admita la validez de ningún tipo de partidismo o sectarismo, por lo tanto no soy comunista, de la misma forma que no puedo ser cristiano, marxista, liberal, feminista, ni ninguna otra tendencia alienadora, concepto éste que tendré que aclarar, a mi manera. Mi próximo artículo será sobre la alienación. Así que, ahora, no voy a entrar en detalles sobre este vocablo, aunque sólo adelantaré que mi comentario, con toda probabilidad, sorprenderá a muchos y con razón. No tardaréis en leer mi opinión sobre esta, a mi juicio, malinterpretada definición de este concepto...
Dicho esto, paso a exponer mi juicio, como librepensador, sobre el comunismo. Está claro que no puede coincidir, ni con el del capitalista, ni con el del comunista. El comunismo nació, como todos sabéis, de la observación de una realidad clara sobre la explotación por parte de los abusivos capitalistas y la enorme injusticia que cometieron con sus hambrientos trabajadores. Si no hubiesen sido Marx y Engels, tendrían que haber sido otros, los que la denunciaran, pues en ninguna mente sana cabe la idea de que esa situación podría haberse prolongado durante mucho tiempo más.
Lo que verdaderamente hizo posible que una simple denuncia de esta más que real injusticia se convirtiera en una inmensa reivindicación político-económica y que pasara, después, a convertirse en una imparable revolución de masas, fue la absurda testarudez de los gobiernos de la época que, con la misma poca visión de futuro como los de ahora, se negaron a afrontar el problema, creyendo que, con el poder de la fuerza, podrían reprimir las legítimas protestas del pueblo. Esta absurda confrontación produjo muertes y desastres innecesarios, cuyo motivo radica en la simple estupidez de la avaricia. Me da mucha pena recordarlo, pues parece que queremos repetir la Historia... ¿Cuándo vamos a aprender de ella?
En este artículo quiero, como siempre, analizar a los que menos se han dedicado los demás críticos. Todos conocéis los muchos análisis y reproches sobre los gobiernos o el capitalismo, con sus “opresores” y “explotadores”... ¿Para qué insistir en una tema tan trillado? ~ Dedicaré mi estudio a los obreros, a los del pueblo, a los que van “sin caballo, ni puro, ni corbata, ni sombrero”. ¿Por qué se me ha ocurrido tan extraña idea?... Voy a justificarme.
El otro día, vino a visitarme un amigo de esos a los que les gustaría ser, hoy, mileurista. Con cincuenta y tantos años, está sin trabajo y con poquísimas posibilidades de encontrar otro, ya. Lo peor es que, si algún día no le llega el dinero para pagar el alquiler de su vivienda, podrían desahuciarle y verse obligado a vivir en la calle, como tantas otras personas que lo están haciendo ya. Cuando me contó su maltrecha o descalabrada situación, se me encogió el corazón y le pregunté: ¿Y qué piensas hacer?
- - ¡No lo sé, Jaime, estoy desesperado!... ¿Tú qué crees que podría hacer?
- - ¡Amigo!... No se me ocurre ninguna buena alternativa individual para ti. La única solución que veo es colectiva... ¡Que nos unamos todos para exigir una democracia real que, con otras leyes, no permita nunca que vuelva a ocurrir esta situación de crisis tan lastimosa y denigrante para cualquier ser humano que se precie.
- - ¿Crees que, entre todos los currantes podríamos solucionar esta cuestión tan delicada? Lo veo muy complicado... ¿No te parece?
- - A mí, me parece que sólo bastaría con que lo quisiéramos. Si el 70% de la población se uniera para reclamar otro modelo de democracia, no necesitaríamos ningún milagro para conseguirlo.
- - ¡Pero, Jaime! ~ ¿Qué otro modelo? ~ Sólo hay el capitalismo y el comunismo... ¡Y ya ves que el comunismo ha fracasado!
- - Vayamos por partes, amigo. Das por cierto que solo tenemos esas dos posibilidades que citas y no creo que estés acertado, pues son varias las posibilidades que tenemos, pero quiero centrarme en tu última afirmación, para no liarnos, hablando de varias cosas a la vez... ¿Por qué crees que el comunismo ha fracasado?
- - ¡Bueno, Jaime!... ¡Está claro! ~ La Unión Soviética ha caído y los países del Este han renunciado a él... ¿No es así?
- - ¡Así es!... ¿Pero sabes por qué?
- - Pues, supongo que no les iría tan bien como creyeron, cuando lo implantaron... ¿No te parece?
- - Podría ser eso, pero no lo creo, amigo. Antes los Zares los mataban de dos formas: Con el ejército o policía, a través de sangrientas represiones y otra peor aún, con el hambre, un arma de destrucción masiva. Con el comunismo mataban a algunos cabecillas de las facciones rebeldes al sistema que pretendían destruirlo. Se trataba de una lucha con la que los guerreros ya contaban con la posibilidad de la muerte. Como verás tu argumento se cae por su propio peso. No estaban mejor antes que después. Lo que creían es que podrían estar mejor aún de que lo que ya habían conseguido mejorar... ¿Ves correcto mi razonamiento?
- - ¡Claro, Jaime! ¿Pero es que tú no harías lo mismo, si pudieras mejorar?
- - Haría absolutamente lo mismo y creo que esa actitud, compartida por casi todo un pueblo, sería loable y digna de ser seguida como ejemplo a nivel mundial.
- - ¡Pues no te entiendo, Jaime! Me parecía que creías que habían actuado mal, destruyendo su antiguo régimen.
- - Me explicaré mejor... ¡Me has entendido perfectamente! No han actuado bien y te voy a decir el motivo por el que opino así: No lo han hecho por sus propias creencias, sino que se han dejado “comer el coco” por los capitalistas de occidente, fundamentalmente de los EE.UU. Éstos han gastado fortunas en combatir el comunismo a través de bombardeos incesantes de propaganda engañosa tendente a meter en la cabeza de los soviéticos falacias que equiparaban la vida de occidente a un edén maravilloso en donde cabía el mal llamado “sueño americano”. Uno de estos cañones propagandísticos tenía forma de emisora de radio muy potente, ubicada en un terreno apropiado en la costa catalana, que nuestro dictador autorizó a los yanquis para conservar su puesto de aliado de tan “cristianas” criaturas. Como tú sabes, viejo amigo mío, no soy comunista, ni los defiendo, sólo te cuento la Historia que, según mi propia apreciación, creo haber entendido, por los datos a los que he tenido acceso. Te la digo, procurando mantener la imparcialidad y objetividad.
- - Puede que tengas razón, Jaime, pero, ¿crees que sería mejor que hubieran seguido con el socialismo que tenían?
- - Podrías contestar a eso, tú mismo, pues me has oído decir muchas veces que estoy convencido de que sólo a través de La libertad, podremos mejorar nuestra evolución como personas. La alienación no es buena, pues corta de raíz la libertad y nos limita el crecimiento personal. Yo implantaría otro modelo, de hecho, tengo mi propio modelo de democracia, del que no quiero hablar, ahora, pues si queremos entendernos bien, hoy, no debemos mezclar los temas. Me gustaría saber porqué crees que el comunismo no te favorecería.
- - ¡Bueno! Todo el mundo sabe que hay mucha pobreza, que no hay libertad, que están muy mal, que quieren venirse para acá... ¿Cómo puedes pensar que me vendrían bien esas condiciones de vida?
- - Yo no he afirmado eso, amigo, sólo te he preguntado y voy a seguir haciéndolo: ¿Crees que allí, en la época anterior, habrías tenido trabajo?
- - Pues supongo que, al igual que aquí, con una crisis como ésta, no lo podría haber encontrado tampoco... ¡Es de pura lógica!... ¿No crees?
- - Lo creería si ignorase las condiciones del sistema comunista, pero poseo los suficientes conocimientos de éstas como para asegurar, esta vez, sí, que tu suposición es falsa o incorrecta, carente de realismo, pues en la Unión Soviética no sólo tenías el trabajo asegurado siempre, sino que si alguien estaba sin trabajar durante tres meses, la policía se personaba en su casa para advertirle de que no podía seguir parado, pues si no se empleaba de inmediato, le tendrían que acomodar un alojamiento, nada lujoso, en la cárcel... Sólo podían estar sin trabajar, los incapacitados y las mujeres con hijos que se querían dedicar al cuidado de ellos. En ese sistema, era más que un derecho, el trabajo era... ¡Una obligación! Personalmente, supongo que, como en todos los sitios, habría quienes burlaran las leyes, pero recuerda que las excepciones sólo confirman la regla.
- - Eso no lo sabía, Jaime, pero... ¿Y lo demás?
- - ¿Crees que en la U.R.S.S. podrías haber perdido tu casa y haberte visto obligado a vivir en la calle, como lo hacen en este idílico universo, mucha gente, ya?
- - Yo creo que sería lo mismo... ¿No, Jaime?
- - Ahora, sí que tengo que afirmar, como en la anterior, que estás confundido. Desconoces el funcionamiento que había en ese sistema al que has rechazado siempre, aun no conociendo sus características, dejándote influenciar por la propaganda malintencionada de los salvajes capitalistas que tanto miedo le tenían al socialismo, pues, con él, veían peligrar sus privilegios y las fortunas que habían amontonado, gracias a las estafas que el gobierno les permitió realizar con toda impunidad. La vivienda, en la Unión Soviética, amigo mío, era gratuita, siempre que cualquier trabajador se la solicitara a la empresa en la que trabajaba o al gobierno, si procediera, pues las empresas pequeñas no disponían de esa oferta. La entregaba el Estado, a los ciudadanos que trabajaban y carecían de vivienda propia. Normalmente, estas concesiones se otorgaban lo más cerca posible del domicilio del lugar de trabajo... ¡Otra ventaja más!
- - Eso, sí que ya se lo he oído a otros, pero, según dicen, era una mierda de vivienda... ´¿No, Jaime?
- - Estimo que sería bastante mejor que un magnífico banco en el mejor de los parques o que el mejor de los huecos de debajo de un majestuoso puente, pero sólo es... ¡Mi opinión, amigo mío!
- - ¡Tú, siempre tan chistoso, querido Jaime! ¿Pero no crees que todo ser humano debe aspirar a tener, al menos una vivienda tan digna como la tuya?
- - No sólo lo creo, sino que crecerían mi orgullo y felicidad si todos tuvierais, como así lo quiero, muchísimo mejor alojamiento que el que yo tengo, ahora. Eso no me haría tener el mío peor que ahora, el cual me resulta suficiente para vivir con dignidad, pero mi alegría sería infinita si se cumpliera el deseo que he citado, para vuestros intereses y satisfacción.
- - Pues aquí tienes la primera razón de mi oposición al comunismo... ¿Por qué he de tener, yo, la misma casa que otro vecino que se merezca menos que yo?... ¡No me gusta que seamos todos iguales!... ¡Ni que tengamos el mismo tipo de casa!
- - Otra vez más, querido amigo, lamento contradecirte, pero estás fuera de la realidad del mundo o sociedad a la que criticas, pues allí, en esa época, como ahora, ni todas las casas eran iguales, ni nadie prohibía que el que quisiera y tuviera dinero para ello, se hiciera una casa más grande, más cómoda, más a su gusto o a su entera satisfacción. Pero, además, tenían la ventaja que no tenemos aquí, de que el terreno se lo daba gratis el estado, huerto incluido.
- - ¡Jaime, Jaime!... Me dejas sin argumentos. No sé qué decirte, pues si todo eso que afirmas es cierto, me pillas descolocado... ¿Estás seguro de que es verdad todo lo que me has contado?
- - Tan seguro como que la falta de consumo de alimentos sólidos y líquidos nos haría perder la vida y... ¡Vete a encontrarla después! ~ Pero te diré más aún, amigo del alma, la enseñanza era gratuita, la sanidad, lo mismo, el deporte, más de lo mismo, los dentistas, no había que pagarlos y otras ventajas que harían que te aburrieses demasiado con mis palabras.
- - ¿Y qué me dices de la prohibición que dicen que tenían de no poder salir al extranjero?
- - Con tu edad, ya no tan joven, creo yo, ¿a cuántos países has viajado tú, teniendo la libertad para hacerlo?
- - ¿Yo?... ¡Bueno, yo no! No he viajado a ninguno, aún, pero podría hacerlo. No me lo prohibe mi gobierno.
- - Tienes razón, pero, entonces... ¿Qué o quién te lo impide?
- - La falta de dinero, Jaime. No me sobra como a ti, que has podido viajar a varios países... ¡Condenado!
- - No te vayas por las ramas... Estamos hablando de ti y de tu rechazo al comunismo. ¿Qué te parece peor que la salida al extranjero te la prohiba la autoridad o la falta de dinero?
- - Yo me refiero a la libertad. Tú mismo me has dicho muchas veces, Jaime, que la libertad es lo primero.
- - ¡Sí, mi gran amigo, sí!... La libertad es fundamental, pero no una funda mental, sino la que nos quita las fundas mentales, precisamente. La que nos posibilita nuestra realización personal y espiritual. La que nos permite ser lo que nosotros queremos ser, por voluntad propia. La libertad de poder pensar por nosotros mismos. La libertad de poder analizar las cosas con independencia ideológica. La libertad de poder quitarnos todos los prejuicios que nos han inculcado, padres, familia, entorno, sociedad y omitidos. La libertad de vaciar nuestra mente, para poder reconstruirla de nuevo, con herramientas que no estén contaminadas. La libertad de cumplir con nuestra obligación como seres racionales que se deben ajustar a la razón pura, la lógica, la ciencia, la objetividad y todo lo que concierne a esa maravillosa tendencia intelectual, llamada librepensamiento.
- F I N
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